miércoles, 14 de noviembre de 2007

DÍA 7 --- HELENSBURGH - STIRLING - EDIMBURGO



Sin duda, esa fue la noche que más horas dormimos y al ser sábado, las obras que había en el hotel no nos molestaron en absoluto.

Pillamos el comedor abierto por los pelos ya que a las 9 dejan de dar desayunos. Es increíble lo madrugadora que es esta gente.

Por cierto, estupendo hotel y muy buen desayuno escocés.

De vuelta a la habitación y a plena luz del día, pudimos observar mejor las estupendas vistas que teníamos al Gare Loch.



Después de cargar el equipaje en el coche, nos dimos una pequeña vuelta por las instalaciones del Rosslea Country Hotel, cuyos jardines sumamente cuidados invitaban a pasear por muy temprano que fuera. No hay nada mejor para desperezarse que pisar hierba fresca mientras cantan los pajaritos.



Muy cerca del hotel, en el mismo Rhu (que se pronuncia "Row") nos encontramos con una iglesia del siglo XIX, en la que destacaba sobre todo lo demás su soberbia torre del reloj.


Junto a la misma, se hallaba uno de los cementerios más lúgubres e inquietantes que habíamos visto (y habíamos visto unos cuantos).
Con su lápidas torcidas, llenas de musgo y semihundidas en el césped, este pequeño camposanto era realmente estremecedor. Imaginaos como debía ser por la noche. El escenario perfecto para grabar una película de terror.
Solo faltaba la niebla y el Maikel Jackson haciendo posturitas.


Recorrimos en coche las dos millas que nos separaban de Helensburgh, una pequeña ciudad costera que se encontraba muy animada el sábado por la mañana. Se notaba que estábamos en una zona de Escocia más urbana, con muchas tiendas y bastante más densidad de población.


Tras comprar provisiones en un supermercado nos acercamos hasta una oficina postal para cambiar dinero. Teníamos algunos euros en metálico pero ya no nos quedaban libras.
A cambio de nuestros euros y una ínfima comisión, nos dieron billetes escoceses con la inscripción "BANK OF SCOTLAND" . Con esta moneda se puede pagar en cualquier lugar del Reino Unido, aunque ojo!! Ningún banco español querrá cambiaros el dinero, a no ser que se trate de libras esterlinas con la inscripción "BANK OF ENGLAND". Tened esto muy en cuenta si os sobra dinero al regresar a España.

Muy cerca de la oficina de correos, nos topamos con un grupo de señores de avanzada edad que vestían falda y corbata. Entre ellos se econtraba un simpático gaitero que no tuvo objeción en tocar algo para nosotros.
No os podeis hacer idea de lo que llega a emocionar el sonido de una gaita a tan solo dos metros de distancia. Se ponen los pelos de punta.





Agradecimos el detalle al campechano gaitero y quisimos hacernos una foto de recuerdo, a lo que el afable tipo tampoco puso ningún inconveniente.
Gracias por todo Mr. Piper.




A las 11 de la mañana, abandonábamos Helensburgh para dirigirnos hacia Loch Lomond, el lago más grande de toda Gran Bretaña y también el preferido de los escoceses.
Debido a su cercanía a las dos principales ciudades, Glasgow y Edimburgo, los domingueros (que también los hay) acuden allí en masa los fines de semana para pescar y realizar deportes acuáticos.
Todo el perímetro del lago está lleno de vida, especialmente un pequeño pueblo llamado Luss, cuyas calles empedradas son un deleite para los sentidos.
Las casas parecen de cuento y todas ellas sin excepción, están rodeadas de preciosas flores que hacen que el paseo se convierta en una delicia.
De nuevo, sensación de Ibertren en Luss.
Todas las callen confluyen en un pequeño embarcadero de madera, donde nos paramos a tomar una cervecita.

Es una pena que todas las fotos que hicimos de Luss y Loch Lomond se acabaran perdiendo por culpa de la tarjeta de memoria (con los obsoletos carretes esto no hubiera pasado), aunque para haceros una pequeña idea del lugar, podeis pinchar aquí y aquí.


Según avanzaba la mañana, los alrededores de Loch Lomond y el Trossachs National Park se iban llenado de gente y de coches, así que decidimos desmarcarnos de aquella repentina masificación y dirigirnos hacia la ciudad de Stirling con el fin de visitar su impresionante castillo, uno de los más grandes e importantes junto al Edinburgh Castle.


El enclave estratégico del castillo en lo alto de un cerro, es el responsable que se encuentre tan bien conservado. Se dice que quien tenía el control de Stirling, tenía el control de Escocia.
Desde este castillo, el rey Robert The Bruce mantuvo a raya a los invasores ingleses durante la batalla de Bannockburn en 1314 (les hicieron la 13-14, jejeje), tras la que los escoceses consiguieron casi tres siglos de independencia.

La verdad es que el castillo es formidable lo mires por donde lo mires.
Para informarnos mejor sobre su historia, alquilamos unos auriculares que nos iban dando datos de los diferentes emplazamientos y estancias.
Pero ni Mari Carmen ni yo conseguíamos sincronizarnos con los efectos especiales de sonido, así que terminamos viendo el castillo cada uno a su bola.









El interior del castillo se encontraba lleno de gárgolas, pasadizos, túneles secretos y mazmorras que le daban un aire muy misterioso. En uno de los edificios, también había un museo jacobita que albergaba una interesante colección de objetos antiguos.


Durante nuestra visita al Gran Vestíbulo, nos dirigimos hacia el trono real para depositar allí nuestras ilustres posaderas, aunque desistimos enseguida al ver como se acercaba uno de los guardas del castillo. Pensábamos que nos iba a echar la bronca pero en lugar de eso, el hombre se ofreció para hacernos una foto en el trono.
Y no solo eso. Resultó que el tío era un fanático de España y se tiró algo más de veinte minutos charlando con nosotros. La mitad de lo que nos contó ni lo entendimos, pero eso fué lo de menos. Estábamos alucinados con la gentileza de los escoceses.
Si se nos llega a ocurrir lo del trono en un alcázar español, fijo que acabamos esposados en un furgón de la guardia civil.


Salimos realmente maravillados del castillo de Stirling, pero antes de abandonarlo, quisimos inmortalizar la figura de uno de los más admirados héroes de la nación: el gran rey Robert The Bruce.
Fijaos qué cielos hay en Escocia. ¡Qué cielos!


Practicamente pegada al castillo se encuentra la catedral de Stirling, otro de los símbolos arquitectónicos de la ciudad.
Desde donde nos encontrábamos, se apreciaba cierto revuelo en los alrededores de la catedral, de modo que decidimos acercarnos a ver qué narices estaba sucediendo.


En el descenso hacia la catedral, nos encontramos con algunas cosas curiosas como inquientantes cuervos de tamaño considerable, o restaurantes con nombres más o menos sugerentes.











Una vez en la catedral, afloró el paparazzi que llevábamos dentro y nos abrimos paso entre la muchedumbre
para comprobar que era lo que estaba aconteciendo en tan prestigioso lugar.
Cuando lo vimos, tanto Mari Carmen como yo nos quedamos totalmente ojipláticos, si es que existe esa palabra.

Era una boda escocesa en toda regla!!
Los contrayentes.... pues no tanto.



Después del divertido incidente, dimos una pequeña vuelta por las calles de Stirling y acto seguido nos dirigimos hacia uno de los lugares más simbólicos de Escocia.


Estábamos en las mismas tierras que defendió hasta la muerte el gran Mel Gib...estoooooooo..... William Wallace, más conocido en todo el planeta como Braveheart.
Este personaje, es de lejos el más admirado por los escoceses y no es de extrañar que en el año 1869 alguien quisiera levantar este prodigioso monumento en su honor.


El Wallace Monument es una imponente torre de 75 metros de altura, situada en lo alto de una colina. Se encuentra muy cerca de Stirling, en las afueras de la ciudad y hay un pequeño mini-bus que cada cierto intervalo de tiempo sube hasta el recinto de la torre.
Nosotros llegamos a tiempo para ver como perdíamos el último autobús del día, así que nos tuvimos que conformar con ver el monumento desde lejos y compartir un par de sandwiches con la espantosa estatua de William Wallace que hay al pie de la colina.


Nos hizo gracia el descarado parecido con Mel Gibson y coincidimos en que podían haberselo currado un poquito mejor. Lo de "Freedom" no estaba mal, pero esculpir la palabra "Braveheart" en el escudo nos pareció un pelín cutre. Desentonaba con la magia del lugar.


Había llegado la hora de retornar al lugar de donde partimos y dedicar un poco de tiempo a esa maravillosa ciudad llamada Edimburgo.
Pero antes de patearla, quisimos localizar el hotel donde pasaríamos nuestras dos últimas noches en Escocia, para dejar las maletas y asegurarnos de que todo estaba correcto.
No tuvimos problemas en encontrar el Northumberland Hotel al hallarse en una ancha avenida, muy cerca del centro.


Antes de mostrarnos la habitación, la chica que estaba en recepción nos comentó algo sobre una fiesta, pero hablaba tan deprisa que tuvimos algunas dificultades para comprenderla y al principio, entendimos que nos tenían preparada una fiesta de bienvenida o algo así, pero no.
Ella se refería a que esa noche celebraban un cumpleaños en el hotel y que hasta las 12 de la noche habría música a todo volumen. Nos comentó que mandó un mail tres días antes para ponernos al corriente y saber sin tendríamos algún inconveniente con lo de la música.
Lo que la chica no sabía era que ya llevábamos 6 días deambulando por su país, así que le dijimos que no era molestia ninguna.
Joer, y nosotros pensando que la fiesta era en nuestro honor. Menudo fallo de transcripción.
Aunque conociendo la gentileza de los escoceses tampoco nos hubiera extrañado lo más mínimo.

Dejamos las maletas en la habitación sin apenas mirarla. Estábamos ansiosos por ver Edimburgo antes de que anocheciera y no tardamos más de diez minutos en llegar al centro, donde no tuvimos ningún problema para aparcar.
Tras subir un buen montón de escaleras alcanzamos la cima de una de las siete colinas de la ciudad, conocida como Calton Hill.


Fué nuestro primer objetivo, ya que desde allí se divisa todo Edimburgo y es donde mejor se percibe la dimensión y la grandeza de esta hermosísima ciudad. Las vistas a la calle más importante, Princess Street son la mejor carta de presentación que un visitante primerizo puede recibir.


No hay palabras para describir el embrujo de un lugar así. Daba igual donde miraras. Todo parecía sacado de un cuento y no solo por las construcciones. También flotaba en el aire un agradable olor muy característico, como a patata asada y de vez en cuando se oían gaitas a lo lejos.
Era alucinante.
Contemplando una ciudad como esta, es cuando comprendes el motivo por el que la UNESCO ha declarado a Edimburgo Patrimonio de la Humanidad.
Y no creo exagerar si digo que se han quedado cortos.












Bajábamos caminando hacia Princess Street cuando comenzó a llover copiosamente y no tuvimos más remedio que ponernos a resguardo bajo una marquesina. En ese momento nos lamentamos seriamente de haber olvidado los chubasqueros (y los baberos) en el coche.

La cosa no pintaba muy bien, de modo que decidimos correr hasta el coche y regresar al hotel., esperando mejor suerte para el día siguiente.
Aun así, nos dió tiempo a hacer algunas fotos del monumento a Sir Walter Scott

















Una vez en el hotel, pusimos la ropa a secar y nos dedicamos a inspeccionar un poco la habitación.

No estaba mal del todo, aunque las instalaciones del hotel y el pobre aislamiento acústico de las ventanas, dejaban un poco que desear.
Exceptuando el Rosslea Country de Rhu, nos parecieron más acogedores y mejor atendidos los bed & breakfast que los hoteles propiamanete dichos. Y desde luego, mucho más baratos.
Ya lo sabemos para la próxima.



A las 9 y media de la noche, empezó la fiesta en el hotel y pronto sentimos como la música llegaba hasta nuestra habitación con el suficiente volumen para reconocer las canciones, pero sin llegar a molestar mucho.
Ya que no nos habían invitado a la fiesta, nos montamos la nuestra propia en la habitación y terminamos bailando en ropa interior al son de aquellas horteradas de los 70 con espasmódicos movimientos a lo Tony Manero.

A las doce en punto cesó la música y no pasaron más de diez minutos antes de que nos fritos como dos marmotas.

4 comentarios:

Antonio J. Flores dijo...

Que hermosos lugares, deseo felicitarles por este trabajo tan exquisito, es envidiable, pueden hacer un libro con ello, que sirva para quienes en un futuro vayamos allá. Sencillamente sin comentarios.
Felicidades

Sonia dijo...

Estupendo cuaderno de viaje. Estamos pensando en viajar a Escocia este verano. Tendremos en cuenta vuestra experiencia.
Muchas gracias.

Joel dijo...

Fui hace un par de años a Edimburgo. Las vistas desde Calton Hill eran espectaculares, ¡pero joer con las escaleritas!

CRMHBurgos dijo...

Vamos a ir a Edimburgo, Glassgow y Stirling en Septiembre y haceis benos comentarios en vuestra guía, para futuras visitas de Escocia lo tendré en cuenta.